En las aulas fomentamos el aprendizaje del entorno a través del juego, ¿por qué? Porque el juego es una actividad fundamental en el desarrollo de las personas
El juego, jugar, del latín “iocari”, es la acción de hacer algo por espíritu de alegría y solo con el fin de entretenerse o divertirse. No podemos concebir la infancia sin juego, ya que es el medio por excelencia para aprender lo que pasa en el mundo y sobre uno mismo. El juego nos ayuda a interiorizar normas, a comprender emociones, a socializar con los iguales.
Psicólogos y pedagogos han teorizado durante años acerca de cómo se aplica el juego en los niños, derivando desde la propia aplicación del juego hasta la dinámica en la infancia, llegando a lo que es hoy; una inmersión simulada en la vida y en los procesos que los adultos realizamos.
Y aunque no lo parezca, el juego va evolucionando en función de la edad del niño.
Así, el juego del bebé se basa en la interacción del adulto a través de canciones, de repeticiones, de actividades que estimulan los sentidos del niño. A medida que el niño crece aparece el juego simbólico; un juego que lo acerca a las actividades cotidianas del mundo de los mayores.
Las cocinitas, las construcciones, los oficios hacen que los niños vayan aprendiendo todas esas cosas que pasan en el día a día.
Poco a poco, se introducen los juegos de normas sencillas. Es el momento del desarrollo social, de la empatía, de saber que no podemos hacer lo que queremos sin tener en cuenta al otro. Juegos de mesa, el pilla-pilla, el pollito inglés y muchos más empiezan a ser más recurrentes y divertir a los niños de 5-6 años.
Y así, entre juegos y juegos, pasan los días, es la escuela infantil. Porque el juego es el medio y nosotras, las educadoras, las canalizadoras de esas experiencias que harán que el niño crezca. Somos la escuela la que tenemos que proporcionar los aprendizajes que necesitan los niños a través del juego para ayudarles a crecer y convertirse en adultos curiosos, creativos, sanos y felices.
¡Juguemos!
